EMPATHY: de la empatía, el respeto y la educación.

Una suerte de ensayo personal, a través de la cámara, una reflexión constante acerca del otro, que nos enseña mucho sobre nosotros mismos. La fotografía es la excusa perfecta para satisfacer la curiosidad personal hacia los demás. Dejar ese constante ejercicio de hedonismo que es el selfie para pasar a interrogar al otro, apartar por un instante el pensamiento supremacista del hombre occidental y conocer y reconocer el impresionante legado personal y espiritual que Asia nos ofrece.

Dícese de la empatía que es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de sentir su alegría o su dolor, de compadecerse, en definitiva de ir mucho más allá de los "buenos modales", la cortesía o la buena apariencia. Llegar a sentir a través de la mirada, en la dirección cámara-sujeto fotografiado o viceversa. En algunos países orientales nos llevan mucha ventaja, durante siglos han cultivado la espiritualidad, un concepto que en occidente a menudo se confunde y se mezcla (a veces intencionadamente) con la religión y yendo un poco más lejos con una única religión.
Cuando un ser humano, vencida la lógica desconfianza inicial te abre su corazón de par en par, puede hacer estallar el cerebro de un occidental, a menudo programado en la competitividad, el individualismo y el materialismo. Cuantas veces me han ofrecido comida sin conocerme, cuantas veces hemos satisfecho nuestra mutua curiosidad por el otro aún sin hablar el mismo idioma, cuantas veces me han ayudado sin esperar nada a cambio, cuantas veces me han enseñado a cuestionar todo lo que he aprendido en una sociedad "moderna y desarrollada". El concepto de desarrollo se "desmonta" cuando, tras visitar culturas tan diferentes, conoces a personas con un nivel de felicidad y de plenitud personal que muchos de los que han alcanzado el "éxito" en esta sociedad quisieran para sí mismos.

La felicidad, ese concepto etéreo, tan ansiado aquí por aquellos que han despertado del sueño materialista entre terribles pesadillas, se percibe entre los orientales como algo normalizado (con sus lógicas excepciones como en todo el mundo). Quizás de ellos tengamos mucho que aprender en el camino para llegar a ella. La estadística sobre la salud mental es demoledora: vamos mal y siempre se puede cambiar, si se reconoce el origen del problema y se cambia de rumbo.

Conociendo formas de entender el mundo diferentes (en cultura, religión, sistema social y político) se alcanza a comprender de forma mucho más global el comportamiento humano. Nuestra visión limitada de la vida nos impide, si quiera cuestionarnos otras formas de vivir. El imaginario popular (y el refranero) ya se encargan de inculcar unas creencias que nos limitan y nos graban a fuego el miedo al cambio, a lo distinto, a lo desconocido. Esta es la mayor garantía para el inmovilismo, la falta de progreso y de conocimiento global.

¿Qué pensarían la mayoría de las mentalidades más conservadoras de este país al comtemplar como miles de seres humanos adoran una estatua pintada de estridentes colores que representa un hombre con cara de mono? ¿Y al ver estupefactos el templo de una diosa que parece un colorido muñeco de juguete de nuestros niños? No son una broma, todos ellos tienen impresionantes templos, toda una tradición de culto milenaria, sus días festivos periódicos en los que se organizan multitudinarias peregrinaciones y millones de fieles que creen que su dios es el único, el mejor, el omnipotente...¿no es lo mismo que aquí? La única diferencia es el localismo, el proceso social es idéntico. Este hecho en si mismo nos enseña acerca de nuestra religión y costumbres.

Budistas, hinduistas y musulmanes conviven en ¿perfecta? armonía. Se respetan, pero no se mezclan. Cada cual tiene sus barrios, templos, idioma, forma de vestimenta y hasta leyes religiosas distintas. La gran ventaja de la mezcla cultural y religiosa es que cada cual conoce la suya propia y por proximidad e integración, las vecinas. Cuando se elimina la convivencia entre diferentes culturas y religiones uno puede llegar a pensar que su cultura es única en el mundo, especial, mejor, incuestionable.

Los ritos, ofrendas, sacrificios, penitencias y otros muchos elementos de la religión son comunes a todas ellas, variando únicamente la forma, el fondo es idéntico: un sistema de creencias mantenidas en el tiempo. Los fieles seguidores de cada dios, ofrecen comida a las estatuas, que termina en manos de unos monjes y guardianes del templo que la "comen en nombre de dios" o de monos, ratas u otros animales que rondan los edificios religiosos en busca de los sagrados alimentos.

A través de las artes plásticas como la pintura o la escultura, el ser humano expresa sus creencias durante siglos. Las pinturas religiosas de diferentes corrientes tienen mucho en común: en ellas aparecen los diferentes ciclos de la vida y la muerte, siempre según su credo, sus textos religiosos y la más rigurosa tradición. Los miedos, los demonios, la muerte y las consecuencias de una vida al margen de los mandamientos son una representación común en todas ellas.
Malasia y Singapur, dos países vecinos, con un pasado común que forman una de las sociedades con más respeto y empatía que jamás haya conocido. Me atrevería a asegurar que la educación en la escuela es la base de estos logros, aunque hay otros factores como la dura legislación y el tumultuoso pasado. La multiculturalidad está muy lejos de ser algo negativo como se nos prentende hacer creer por parte de los ultra nacionalistas.

Cuanto tenemos que aprender de aquellos de los que no sabemos apenas nada. Conocerlos para conocernos, la cámara ayuda, y ahora un pedacito de ellos está aquí. Miremos, veamos y reflexionemos acerca de lo que somos y lo que podríamos llegar a ser...Suerte y que alguno de los 4.200 dioses existentes en el mundo nos bendiga.
Ver la serie completa de imágenes en esta misma página web: Fotos / Empathy